Por Sebastián Carapezza
Apenas nos saludamos el cambio de estación se hace palpable, aún pantalla de por medio: Adela lleva encima una fuerte alergia que espera que no dificulte la entrevista. “Es por los cambios de aire de los últimos días -explica-; los olores y aromas que flotan en cada lugar y que me traje conmigo”. Hace pocos días fue a inaugurar una muestra “milonguera” en la Casa de Río Negro en Buenos Aires, ciudad que la alberga y nutre durante varios momentos del año, desde hace un tiempo largo. La incipiente charla toma entonces ese camino, su relación con aquella gran urbe, ombligo del país, que, a pesar de tantas cosas, sigue deslumbrando con la cantidad y diversidad de manifestaciones artísticas y culturales que motivan, germinan, y mueven aguas de esos recovecos de nuestro ser a los que solo la cultura suele llegar.
- Es que me encanta Buenos Aires; culturalmente me seduce. Viajo seguido porque se pueden hacer un montón de cosas vinculadas al arte. Allá viví en el barrio de La Boca y estoy muy relacionada con el ambiente del tango. Siempre me gustó el arte, tal es así que ni bien terminé el secundario, empecé como pintora autodidacta. También intenté hacer la carrera de Letras pero terminé dejándola. En esa época no estaba bien visto que una chica estudie algo relacionado con el arte en general. Mi madre quería una hija médica, y llegué a hacer el ingreso a esa carrera en Buenos Aires, pero ahí ya conocí al papá de mis hijos y continuar estudiando era complicado -, dice de un tirón, como si esas oraciones hubiesen estado esperando la oportunidad para salir de la boca. Todavía no estoy grabando y ya estamos de lleno en la entrevista.
Además de su paso por la Capital Federal, a lo largo de su vida Adela respiró diferentes ciudades patagónicas de las provincias de Neuquén, Río Negro y Santa Cruz.
- Nací en San Martín de los Andes, viví ahí hasta la mitad de la primaria cuando me mudé a Cipolletti, lugar donde transcurrió mi adolescencia. A mis 24 años me fui a Buenos Aires, ciudad en la que me casé y tuve a mi primer hijo. Al poco tiempo nos mudamos a Puerto Deseado y allí nació mi segunda hija. Recién en el año 97 pude retomar la carrera de Bellas Artes, en la Escuela Belgrano de Neuquén, y me recibí de Profesora de Arte a los 50 años. Después hice la licenciatura del ex IUNA, ahora UNA (Universidad Nacional de las Artes), en Cipolletti, con orientación en pintura-, rememora mirando un poquito más arriba de la cámara de la computadora, como si por allí se alojara el horizonte de aquellos tiempos.
- En 2018 publicaste a través del FER la obra “La imagen, la otra cara del conocimiento” ¿Por qué ese título?
- Porque creo que es así, que en la historia siempre lo importante fue el lenguaje verbal, prevaleció la lógica de comunicar por esa vía… Sin embargo, lo no verbal tiene un rol central. Un niño no necesita sí o sí un libro con palabras; puede ver imágenes y comprender perfectamente el argumento de un texto. Un álbum ilustrado tiene a veces mucha complejidad porque incorpora la figura retórica, cuestión que hay que trabajar desde la temprana edad. El arte no es solo entretenimiento como se pensaba antes, cuando la clase de plástica era como una especie de hora libre. Por ejemplo, los movimientos revolucionarios que se dieron históricamente siempre estuvieron vinculados al arte, entonces si se enseñara la historia también desde ese punto de vista, podría ser más interesante.
En ese libro realicé un ensayo pedagógico en el que primero planteo la falta de interés y desidia por parte de las instituciones educativas hacia las anteriormente llamadas “artes plásticas”... Recuerdo que cuando comencé a estudiar se las consideraba como actividades “prácticas y manualidades” y sin dudas no son eso. La idea central fue crear un libro en el que figurara el alfabeto visual y se mostrara la importancia de las figuras retóricas por las cuales podemos despertar un montón de conocimientos en los niños y adolescentes.
Las nuevas generaciones tuvieron una invasión inmensa de imágenes en diferentes soportes tecnológicos y, lamentablemente, desde la escuela no se le otorga al tema la importancia que merece. Soy docente y siempre luché para jerarquizar las materias artísticas en las escuelas. Creo que las imágenes tienen un rol muy importante en el conocimiento, pero en general no se les otorga el mismo valor que a otras asignaturas. Creo que también sucede eso de parte de los padres … Pero los jóvenes cuentan en la actualidad con mayor libertad de decisión.
- ¿Con los años se va perdiendo interés en las imágenes? ¿Necesitamos educar y educarnos en la mirada?
- Muchas veces el niño tiene poco interés durante la etapa escolar porque no se lo incentiva correctamente y no se le enseña todo el lenguaje artístico, que es tan rico para aprender y experimentar. Entonces llega el aburrimiento… Como docente fui muy crítica conmigo y con los otros al respecto. En la actualidad veo las carpetas de plástica de mis nietos y entiendo que no tengan interés hacia la materia. Te doy un ejemplo: mi último libro, “Tres de Leyenda”, fue íntegramente realizado con collage, que sin dudas es una técnica riquísima. Pero si, como pasa, le hacés sentir a un niño que esa tarea solamente consiste en pegar papelitos, no va a tener ningún incentivo. En cambio si le mostrás qué se puede llegar a lograr, cambia la perspectiva… Todo se trata de cómo se presentan las posibilidades de cada tema.
Lo cierto es que se tendría que educar en arte desde el comienzo de la escuela, para que se conozca su alfabeto, porque el arte tiene un lenguaje, un código, como tiene el lenguaje verbal. Y si eso no lo enseñamos allí, sencillamente no se aprende en otro lado.
Te cuento una anécdota: una vez entré a un colegio y había una pizarra llena de cartelitos con diferentes recordatorios de efemérides. Entonces pregunté a los alumnos qué se recordaba ese día y nadie supo responder…de tantas palabras y fechas juntas se perdía lo que se quería transmitir, se generaba ruido. Cuando se transmite un mensaje tiene que ser claro, sobre todo para las infancias.
- ¿Por qué las diferentes manifestaciones artísticas son importantes para la comprensión de la realidad?
- Creo que cada artista tiene que representar la época en la que vive, o un tema en particular de esa determinada coyuntura. El arte no es decorativo, sino que lleva un mensaje que nunca es inocente, siempre trata de hacer ver algo. En esa tónica, mis referentes nacionales sin duda son (Antonio) Berni, (Eduardo) Sivori, (Luis Felipe) Noé y (Juan Carlos) Castagnino. De los primeros pintores, siempre me gustó Vicent van Gogh, a quien, con mucha espátula, comencé a imitar en sus técnicas. En la Patagonia me gusta mucho el trabajo de la escultora Sonia Almada, de Roca, que es una persona muy comprometida con la realidad. Y sin dudas una de las artistas que más me marcó es Mónica Weiss, en cuyo “taller M” participo hace años.
- ¿De qué se trata “Taller M”?
- Es un espacio coordinado por Mónica Weiss, quien renunció a la arquitectura para ser ilustradora. Si bien es muy conocida, personalmente supe de ella en 2019, cuando viajaba seguido a Buenos Aires para aprender tango en un espacio de San Telmo. La conocí por medio de mi hijo que había participado en una beca y me dio curiosidad saber más de ella. Empecé a participar intensamente en su taller, iba tres veces a la semana… Recuerdo que ese año me la pasé más en Buenos Aires que en Cipolletti. Mónica genera muchas actividades adicionales en sus presentaciones, como juegos y dinámicas grupales que son muy divertidas.
La verdad es que ahí entré en el mundo de la ilustración, del libro, del álbum ilustrado. Aprendí muchísimo, fue algo emocionante. En ese momento había dejado de pintar en óleo y producía cuadros grandes, entonces pasar al formato de papel fue muy lindo porque nunca había experimentado en técnicas de agua, como acuarela o tinta china.
Mónica es una persona muy sabia, una verdadera maestra que no se guarda nada y permanentemente propone ideas para que cada persona vaya buscando en su interior para crear… Aunque a veces se crea que no, lo creativo siempre está ahí presente.
En el transcurrir de la charla Adela confiesa estar convencida de que fue convocada para esta entrevista para hablar de la reciente salida de su obra “Tres de Leyenda”, premiada y publicada por el Fondo Editorial Rionegrino (FER). Sin embargo el libro es una síntesis de un extenso recorrido artístico dentro del mundo visual y un minucioso trabajo sobre su capacidad de “narrar”, que invita a profundizar en las distintas experiencias, las inquietudes que guiaron cada obra, el particular interés en crear para las infancias.
El plan era entonces continuar indagando sobre la relación con la literatura, el encuentro entre la palabra y la imagen en los libros que ha editado, pero la conversación trae antes la figura del lector y sobreviene la pregunta sobre su presencia en el proceso creativo y la expectativa en cuanto a lo que se genera en quien se encuentre con su obra. “Me gustaría que sientan esa emoción que le impregné al escribir o dibujar... Intento que siempre sea en el lenguaje más claro posible, que sea accesible para todo el mundo. Y que tenga una cierta musicalidad para ser entretenido”.
- Sos coautora de una obra de poemas ilustrados, “Ojos hidrópicos”, ¿cómo fue la composición en conjunto?
- Ese es un libro que hicimos con mi hijo, Martín Fernández, que también escribe, y es docente en una escuela técnica. Gestamos el proyecto y nos auto publicamos. Es una obra escrita principalmente por él, que incluye algunos poemas míos, y luego hicimos en forma conjunta los dibujos, tiene incorporada la poesía en la imagen… -quizás en eso no es accesible para todo el mundo-. Hacerlo fue una muy linda experiencia, lo presentamos en la feria del libro local y nos fue muy bien… ¡Nos quedamos muy cortos con los ejemplares que llevamos!
Como suele pasar, a medida que pasa el tiempo, volvés a mirar el trabajo y encontrás cosas que hoy no te gustan o que harías de diferente manera… Creo que es porque vamos creciendo y si tenés autocrítica siempre aparece algo… También por eso es un lindo proyecto para continuar más adelante.
- En tu trayectoria artística destacás varias exposiciones colectivas, una de las cuales, “Fieyo”, también se convirtió en libro. ¿Cómo son esas experiencias?
- Con Mónica Weiss hicimos tres muestras a partir de su taller, del que participan alrededor de 80 artistas, algunos en forma presencial, otros virtual desde distintos lugares del país o del exterior. La primera exposición se llamó “Blanca Bonita” y abordó el tema de la esclavitud con una variedad enorme de técnicas. Se produjeron diversidad de tejidos y pinturas, entre otras cosas; yo hice un libro plegado.
Después hicimos una muestra que fue virtual porque estábamos en pandemia. Se trabajó sobre los 150 años de “El Quijote”. Después de leer el libro teníamos que elegir una frase, trabajar sobre ella y llevarla a nuestra cotidianeidad. Mónica no quería ver representado nada de los personajes, ni que aparezcan elementos realistas. Mi cotidianidad en ese momento era el tango, así que hice algo relativo al tema y elegí la frase “cada uno es artífice de su propio destino”.
La tercera exposición que presentamos fue “Fieyo”. La hicimos en 2023 en la Feria del Libro de Buenos Aires gracias a la participación en la convocatoria del Fondo Nacional de las Artes, que terminó publicando un libro con el mismo título que reúne todas nuestras ilustraciones.
- Tu última publicación es “Tres de Leyenda” ¿Cómo fue su creación? ¿Te sorprendió que resulte seleccionada?
- En realidad no iba a presentar ese libro en la convocatoria del FER, sino en otro concurso, pero por suerte me animé. Siempre tenemos expectativas, pero sinceramente creía mucho en esta obra, por todas las devoluciones que me iban dando mientras lo estaba haciendo, también porque me parece que la historia es interesante. Me llevó un año entero de trabajo; fue algo muy laborioso porque primero dibujé láminas grandes, después calqué los dibujos y los pasé al papel. Fue mucho trabajo pero como estábamos en pandemia me hizo muy bien. Cuando recibí la noticia del premio me puse super contenta, porque sé que no siempre sucede, por más ganas que una tenga…
En un sentido más general, creo que es muy buena la labor que está haciendo el FER, obviamente tendrá cosas a mejorar como todos… Personalmente tuve también la experiencia de participar en la formación llamada “Una zambullida en la literatura para las infancias y adolescencias” que hizo el FER hace unos años, y la verdad es que fue una instancia muy interesante y rica en todo sentido: las actividades, la información, los textos. Ojalá se vuelvan a repetir este tipo de convocatorias. De esa propuesta me quedaron muchas cosas, como entender y descubrir muchas metáforas en libros pensados tanto para niños como para adultos… Es que a veces uno mira y no ve…
De mi último libro la verdad es que amo a esos tres animalitos protagonistas: el caburé, el colibrí y el jaguar. Me parecen muy representativos. Al jaguar lo considero referente de nuestra fauna y es un animal que para los pueblos del norte de nuestro país transmite mucha fuerza. Tiempo atrás trabajé en mi tesis sobre la identidad americana, y quedé impregnada con todo eso, sobre todo con los pueblos guaraníes.
Creo que por intermedio de mi padre, que era correntino, conocí la historia del caburé, que es como una lechuza chiquita. La gente del litoral hace un amuleto con su figura, lo llaman “payé”, y lo venden para la buena suerte. Cuenta la leyenda que este animalito silba, atrae con su mirada y mata a sus presas. Es un pajarito muy pequeño pero con mucho poder. El otro personaje que presento es el colibrí, que lo amo profundamente porque me siento representada en muchas de sus facultades.
Ese libro, culmina con la frase certera: ”Al final pudimos dejar nuestras diferencias de lado”. Le pregunto a Adela si es una expresión de deseo que aplica a la actualidad del país.
- Justamente es una metáfora de nuestra sociedad, ojalá fuera así para todo. Uno piensa que no tiene orientación política, pero creo que en el fondo todos tenemos una determinada manera de pensar y ver la vida, entonces la política siempre está presente, y aunque no la manifestemos desde un partido político, está en nosotros, en la mirada que tenemos sobre la vida y las personas. Creo que si no pensamos en el otro, es muy difícil la vida, porque directamente no somos sin el otro.
- ¿Qué proyectos tenés para los próximos tiempos?
- Cuando me jubilé entré de lleno en el mundo del tango. Los tres primeros años fui a todo tipo de clases y milongas, y si bien amainé un poco esa intensidad, continúo involucrada. Ahora en ese baile estoy aprendiendo a “conducir”, es una de mis metas hoy. Relacionado a esa temática tengo un proyecto para trabajar sobre letras de tango, algunas frases, para después llevarlas a remeras.
En lo que se refiere a lo artístico, lo que viene es una adaptación al libro “El caballero de la armadura oxidada”, un proyecto del taller de Mónica Weiss. Por otra parte, el año próximo me gustaría entrar en el mundo de la novela gráfica. Y seguir pintando… Son objetivos, vamos a ver si los puedo cumplir, porque después no me alcanzan las horas del día para hacer todo lo que quiero… Pero siempre es importante dedicar tiempo a lo que uno siente propio.
Por otro lado, posiblemente estaré en noviembre en la Feria del libro de Cipolletti presentando mi última obra. También me gustaría mucho hacer algún perfeccionamiento sobre algún ilustrador de la provincia. Me parece muy interesante generar conocimientos para los docentes en general, y dejar algún tipo de aporte a los demás.
Fotos: Gentileza Adela Balmaceda .
Ciclo Somos │ Coordinación, producción, edición: María Eugenia Aliani - Entrevista: Sebastián Carapezza