Chelo Candia es dibujante, historietista, escritor y muralista. Un artista que elige distintos soportes para comunicar un mensaje de denuncia, resistencias, memorias, esperanza. Sus trazos cálidos, ideas potentes y palabras precisas, en múltiples conjugaciones, hacen casi imposible encasillar a este multifacético trabajador de la cultura cuya obra germina desde el alto valle rionegrino y no obedece fronteras.
Por Sebastián Carapezza
Desde la primera comunicación tuvimos acordado día y hora de la entrevista -tarea que rara vez los trajines permiten resolver de manera tan rápida y sencilla. También desde el primer momento Chelo se mostró predispuesto y con ganas de generar este encuentro. Todos buenos augurios. Sin embargo, llegado el día, la charla pudo ocurrir recién después de sortear fallas de conexión, errores de claves, intentos en diferentes plataformas, y hasta la encomendación al Gauchito Gil para que nos acompañe en el propósito.
Esto antes no nos pasaba, Chelo, fue lo primero que dije, con un suspiro en tono confidente aludiendo a las limitaciones tecnológicas propias. Del otro lado de la pantalla, en una situación de entrecasa y descontracturada, Chelo sonrió, sabiendo de lo que hablaba. Y ese fue el pie para la primera pregunta -aún cargada con algo de catarsis-: cómo lo habían tratado los avances tecnológicos de los últimos tiempos.
- Hace 4 años, en medio de la pandemia, era una luz con estos temas tecnológicos, pero ya me olvidé de todo. Por una cuestión de la profesión trato, en la medida de lo posible, de estar al tanto de los cambios… Es que algunos conocimientos son obligatorios dentro de este trabajo. Me voy adaptando, siempre guiado por mis hijos adolescentes.
Chelo nació en Allen y llegó a Fiske Menuco (General Roca) hace 23 años. Desde tiempo antes trabajaba y estudiaba Comunicación social en esta ciudad en la que vive hasta la actualidad.
- Sin dudas Allen me marcó e hizo ser quien hoy soy: el chico observador del paisaje, de la noche, que dibuja de muchas maneras. Allí desarrollé, cuando era aún adolescente, una cosa muy importante en mi vida que fue una revista de historietas llamada “El sistema”, en la que mezclaba entrevistas y humor gráfico, y caricaturizaba a intendentes y políticos en general. Era como una revista “Humor” pero en el universo de Allen, mucho más chiquito. Iba un poquito contra el mundo... casi igual que ahora. Eso fue a finales de los 90 y aún hoy mucha gente la recuerda.
Aquello me pegó por el lado de la comunicación ya no solo a través de los dibujos y la historieta, sino a través de lo que sea que comunique. Todo eso lo trasladé a mis siguientes proyectos y formó parte del universo artístico poético que profundicé en Fiske, ciudad que sin dudas marcó mi ámbito laboral, con los talleres en los barrios y pintando murales cada vez que pude.
- En relación al territorio que habitamos, ¿crees que existe un denominador común entre los artistas de la Patagonia?
- Aunque algunos piensen que es difícil encontrar esas características y cuestiones que nos unen, creo que existen porque tienen que ver con el lugar donde vivimos. La Patagonia tiene tantas distancias que hace que los artistas de la región estemos juntos a nivel de conceptos o ideas.
Por ejemplo, cuando estoy pintando, dibujando o escribiendo, me comunico con otros colegas, amigos y artistas, necesito saber qué están pensando, en qué están trabajando... A veces es deliberado y a veces no; a veces es casual y uno se va encontrando con detalles, ideas, personas que terminan siendo parte de nuestra obra. También leo mucha poesía de la Patagonia, me inspiro en ella, y tengo grandes amigos poetas de quienes necesito saber cómo están y leerlos siempre.
Creo que hay algo de magia en el arte de esta región... Siento que existe como un fluido que nos va comunicando; algo que viaja en el espacio y cada uno de nosotros es una estación donde acontece el hecho artístico. Quizás sea el viento lo que nos une. Es que constantemente la geografía o los paisajes se cuelan en la obra; incluso algunos de mis trabajos tienen que, deliberadamente, seguir los aconteceres de la naturaleza.
Sin ir más lejos, hace muchos años que hago una tira llamada “Viajeros” en el diario Río Negro y el tema central de esa serie es cómo el paisaje nos va marcando y haciendo el camino de nuestro viaje. También me pasa cuando leo a un poeta que está hablando de un lugar lejano y siento cómo se mueven el viento, el oleaje o el yuyo que describe... De alguna manera, el paisaje nos habita y determina.
- ¿Qué significa para vos esa obra, “Viajeros”, y que haya sido publicada por el FER?
- “Viajeros” se transformó en algo que me acompaña hace un montón de años y que viaja conmigo. Fue una propuesta del diario Río Negro para 3 meses y ya vamos 12 años en forma ininterrumpida; una idea de temporada que funcionó y sigue hasta hoy. El FER se interesó por este trabajo y publicó, en el año 2017, las primeras 192 tiras de las 559 que tengo hasta hoy.
A veces me pregunto cuándo se me van a acabar las ideas sobre este tema que hasta ahora ha sido infinito: el viaje como metáfora de vida, como traslado, como disfrute... Todo lo que hacemos cuando nos movemos de un lugar a otro me ha inspirado. Tal es así que, semana a semana, sigue apareciendo alguna idea nueva. También los murales tienen mucho que ver con los viajes. Es como que una cosa alimenta a la otra.
Como decía, esta historieta ya es parte de mi vida y estoy todo el tiempo con una libretita y un lápiz encima, registrando alguna observación que después realizo en casa. También los libros de “Viajeros” me siguen acompañando, cada vez que presento una obra o voy a alguna actividad los llevo encima.
En general los libros son como compañeros en mi vida, nunca los dejo. Soy un amante de los libros y lo que más me gusta es hacerlos, así que voy a tratar de publicar lo que más pueda.
- ¿Tuviste referentes en este extenso camino con el dibujo y la historieta?
- Ya de muy chiquito me gustó dibujar y mis padres siempre me ofrecieron un lápiz y un papel para que tenga a mano. Y no paré nunca; son más de 50 años dibujando.
Chingolo Casalla fue referente mío y de mi padre al mismo tiempo, porque leíamos mucho “El cabo Savino”. Mi papá también me llevó por esos caminos de las historietas como “D'artagnan” y “El Tony”, por ejemplo. Me acuerdo que él canjeaba dos por una en el bar de la esquina y así íbamos leyendo nuevas ediciones.
También me gustaba mucho Domingo Mandrafina. Después llegaron Oesterheld y Solano López con “El Eternauta”, autores que me hicieron pasar unas tardes maravillosas leyendo, en esas épocas en la que teníamos la tele con un solo canal y una sola programación para niños.
Cuando conocí a Alberto Breccia, quien fue mi mayor referente de historietas, dije “esto es lo mío”. Su tinta, el raspado, el blanco, y todo lo que inventaba en sus historias, me influyeron mucho. Al igual que Fontanarrosa, Caloi… verdaderos genios de la vida. Todos ellos fueron alimentando mis fantasías, y gracias a ellos yo dibujaba, leía y copiaba.
Ya en ese entonces me gustaba la historieta europea, contrastándola con la historieta yanqui de superhéroes. Y resulta que la historieta e historietistas argentinos se nutrieron mucho de la de Europa, por intercambios de residencia, exilios, migraciones. Este tipo de historieta es de dramático corte policial, una ciencia ficción que acontece en estos lados, no la que tiene a EEUU como el centro del mundo. Por eso todo el trabajo que hizo y hace Enrique Breccia es inmenso. No sé si hay una característica propia de la historieta argentina pero me gusta cuando contamos nuestra propia historia, relatada por sus propios protagonistas en este hermoso arte que es el comics.
- En 2020 publicaste “Pulpa que precipita”, un libro de poesías ¿Cómo se gestó ese proyecto?
- Ese libro nació a través de una propuesta del editor de Vela al Viento Ediciones, que es un amigo y forma parte de estos colegas que uno quiere saber en qué andan. Charlando con él e intercambiando material, un día me preguntó si tenía más textos, entonces comencé a juntar todos los escritos que tenía guardados. Y sin dudas es una obra artística hija de la pandemia. Ese fue un momento en que los artistas nos metimos en nuestras casas y fuimos desarrollando lo que teníamos archivado.
Así es que junté todos los textos y quedó algo interesante, que se podría llamar un “poemario”. Después estuvimos trabajando bastante con el editor, y entre muchas idas y vueltas fue moldeándose “Pulpa que precipita”, publicada en 2020 y que desde entonces anda circulando por diferentes ferias del libro.
Para mí la poesía es el inicio. El poema es el poema; si hay poesía ahí, es otra cosa. Yo primero lo escribo y quizá después queda como tal o se transforma en una historieta o en un guión que puede tener mucho de poesía.
Libro “Viajeros”, editado por el FER en 2017
Chelo Candia es un artista que hace rato trascendió los límites de la región Patagónica. Tiene murales en diversos puntos de la provincia y el país, ha creado novelas gráficas, poesías e historietas, entre otros géneros.
Además de los libros mencionados, publicó en 2010 “Rigor Mortis”, una historieta de humor negro protagonizada por la muerte misma, y dos años después “El bondi”, que fue considerado por el diario Página/12 como uno de los 12 libros de historieta destacados del año.
Su libro “Pow! 20 años de historieta social y política” ha sido declarado de interés por el Senado de la Nación y nominado a los premios Banda Dibujada 2017. También publicó en antologías de historietas de la editorial La Duendes; en “La patria también es Mujer” (2010) de Las Juanas editoras ; en “Malvinas, el sur, el mar, el frío” (2016) de editorial de la Universidad Nacional de Río Negro y Eduvim, entre otras. Colabora con varias revistas culturales y ha ilustrado libros de poesía para grandes y chicos, cuentos, novelas y manuales educativos.
En definitiva, es un comunicador que utiliza diversos medios para hacer llegar un mensaje a la gente:
- A mí me interesa comunicar, de la manera que sea. Y justamente cuando me propuse este camino de comunicar me encontré con que la carrera de Comunicación social era mi territorio, y no tanto una carrera de Bellas Artes porque no me interesaba específicamente perfeccionar mi técnica o cuestiones que tienen que ver con el arte, con las bellas artes… que ni siquiera deberían ser “bellas”.
- ¿Qué importancia le atribuís a la universidad?
- En general la universidad me sirvió mucho, me abrió la cabeza a muchos ámbitos y acercó millones de ideas. Lo aprendido lo aplico constantemente en lo que hago, sobre todo en los murales porque me interesa el tema del mural colectivo, en el que no se trata solo comunicar un mensaje, sino también de trabajar con grupos. Ahí utilizo lo que aprendí en la carrera porque en un mismo mural tenemos el emisor, el canal y el destinatario, o sea que los conceptos básicos de la comunicación los podemos implementar ahí, al igual que con la historieta, el humor gráfico y la ilustración.
Lo que no me sirvió en la universidad fueron los tres niveles de inglés que nunca pude aprobar. Ese idioma más dos materias fueron lo único que me faltó para terminar la cursada de comunicación.
Pero definitivamente creo que hay mucho de comunicación social en el trabajo que hago, aunque en la carrera falten materias sobre la comunicación con imágenes plásticas. En una carrera como Bellas Artes enseñan las técnicas necesarias para desarrollar una obra pero siento que le falta comunicación, buscar al otro, y los porqués. Pensar en cómo obra la obra, valga la redundancia. Es que creo que la obra tiene que obrar y eso mucho no se enseña: uno pinta un mural, se va y esa obra tiene que seguir obrando. Hay formas de lograr este tipo de acciones y compromisos necesarios que creo que desarrollo en mi trabajo.
- ¿Cómo concebís los murales? ¿Qué dicen las paredes de nuestras ciudades?
- Mi obra trata fundamentalmente sobre el ser humano y lo que le pasa. Si bien hice algún mural paisajístico, más que nada me gusta la figura humana y sus situaciones, en las que a veces pasan cosas lindas y otras no. Mi trabajo pasa por ahí, es lo que busco en las paredes. Entonces surgen murales de denuncia, de temas sociales, pintar lo que no está o ha dejado de existir. También hago murales de homenaje a personas presentes, o a otras que ya no están entre nosotros quizás debido a injusticias, entonces intento que la gente lo vea y sepa que algo malo ha pasado.
Creo que el arte es militante y le da consistencia a todo. Es algo que nos acompaña durante toda nuestra existencia como humanidad, desde siempre. Es lo que sostiene a muchas otras cosas, aunque a veces no nos demos cuenta.
Creo que el solo hecho de crear es revolucionario, así que pienso que es un lindo lugar para estar y transitar esta vida. Y es una manera de acompañar las luchas desde lo que uno sabe hacer. También desde las redes sociales lo hago: cuando un suceso me convoca y conmueve, realizo una imagen y la echo a rodar para que sea compartida. Sabemos que las luchas necesitan imagen para ser visibles.
Los murales traen a la memoria cosas que algunos quieren olvidar o tapar. Contra eso, el arte, la memoria y la restauración. Las paredes de una ciudad hablan cada vez más de sus lugares de pertenencia. Si para conocer a una persona hay que mirar su biblioteca, para conocer una ciudad hay que darse una vuelta por las calles y leer lo que dicen sus paredes. El hecho mismo de ponerse a pintar en una pared, en una vereda, es una acción política; aunque también tenemos que mirarnos a nosotros mismos y saber que no todos los muralistas pretenden eso. Son caminos, y todos los caminos creo que son necesarios y dignos.
Chelo Candia y su obra (Gentileza Chelo Candia)
- ¿Qué políticas culturales crees que faltan con urgencia para el sector?
- Respecto a las políticas culturales, creo que el estado tiene que promover de alguna manera, a través de algunos organismos. Sin dudas tienen que estar presente y se debiera trabajar para eso, quizás mediante gestores culturales. Y los artistas tenemos que estar con las antenas alertas para contar, desde nuestro lugar, lo que nos está pasando como comunidad y como seres humanos.
Estamos en un momento difícil para la cultura; estamos mal y hemos estado mejor. Incluso ahora hay una idea de ataque a las actividades culturales y a los que las promueven. Ante eso hay que darles más arte, darles arte para que tengan.
Porque todos pagamos impuestos, y a veces nos lo devuelven en alumbrado, cloacas o barrido de veredas pero también tiene que ser en cultura, arte y espectáculos, porque es parte de lo que nos hace bien y nos conmueve. Es decir, una parte de nuestros impuestos tiene que ser para generar y sostener esas actividades. El arte callejero es un arte gratuito para la gente, que nos hace estar un poquito mejor.
- ¿Qué objetivos tenés a corto y mediano plazo?
- En el ámbito profesional lo que me gusta es hacer libros, y me gustaría publicar una novela gráfica que ya tuvo una mención del Fondo Nacional de las Artes, se llama “Nido de Ratas”. Después tengo una promesa de reedición de una editorial nacional de “El bondi”, libro que publiqué hace muchos años y que, si bien es un dibujo viejo dentro de mi forma de dibujar, soy de respetarme a mí mismo, así que me encantaría que vuelva a publicarse. Es algo que tengo atragantado y quiero que se materialice.
La verdad es que tengo un montón de cosas para hacer por delante, y una de ellas surge de la novedad que tuve justo esta mañana del Fondo Editorial Rionegrino: me llamó su director para avisarme que había ganado la convocatoria de este año en el rubro para Infancias y adolescencias. Fue una gran sorpresa que me pone muy contento porque este libro tiene unos personajes que quiero mucho y que también nacieron en la pandemia. Son dos hermanitos que miran por una ventana y ven lo que pasa en el barrio y reflexionan a partir de eso. Se llama “Dos mirones”, es una obra de humor gráfico.
La charla llega a su fin y siento que estamos por el principio, como en esas historias circulares donde no se sabe a ciencia cierta cuándo empieza o termina el relato. O cuando los caminos zizaguean y se cruzan perdiéndose en el horizonte en nuestra indómita geografía patagónica.
Los viajes son caminos. Puertas que se abren al encuentro de estas personas con las que a través de la mirada, los actos y las palabras, experimentamos sensaciones únicas que vulneran distancias geográficas y culturales. Son vivencias que nos quedan impresas, nos traen nombres que permanecen para siempre. Cuando uno viaja se le llenan los ojos de gente, y los descubrimientos otorgan una dimensión única, preciosa, a los viajes. “Esto también es un viaje”, precisa en el prólogo de “Viajeros” la poeta Liliana Campazzo. Y agrega: “Hay una poética del viaje, un no tiempo, que solamente se puede enunciar en la poesía. La mirada de Chelo Candia es la que, en este caso, nos ayuda a completar sentidos en estos viajes dibujados. Traza con su mano el cuadrito que enmarca la historieta y al mismo tiempo, abre una puerta al lector que agrega texto, pero también olores, tiempo, color temperatura, sensaciones y recuerdos. Hay viajes posibles. Algunos solo interiores, pero para mí el mejor viaje es el imposible. El soñado, ese en el que vamos y volvemos para ser otros, ese viaje tan parecido a la escritura”.
Autorretrato. (Gentileza Chelo Candia)
Ciclo Somos │ Coord. y edición: María Eugenia Aliani - Entrevista: Sebastián Carapezza